Con motivo del XX día del patrimonio regional, publicamos el manifiesto de la federación regional del patrimonio en Castilla y León
Por el protagonismo de la sociedad civil
en la salvaguarda del Patrimonio.
Tras dos años difíciles por la situación pandémica que ha dificultado
enormemente el trabajo de las asociaciones y colectivos ciudadanos,
queremos aprovechar la luz del retorno a una cierta normalidad,
reclamando el protagonismo de la sociedad civil en la salvaguarda del
Patrimonio Cultural.
El Patrimonio Cultural constituye, junto con el Medio Natural, uno de los
valores esenciales de nuestro sistema de vida, por lo que compete a
todos los ciudadanos su salvaguarda para las generaciones futuras. Esta
es la base sobre la que se asienta la existencia de normas específicas de
protección y garantía de su conservación.
El ejercicio de esta responsabilidad social ciudadana se explicita, la
mayor parte de las veces, en lo que conocemos como “voluntariado”,
ligado con asociaciones de tal naturaleza pero también con la labor
callada y anónima de muchos particulares.
Para hablar de voluntariado y de su valor en relación con el Patrimonio
Cultural es preciso desterrar la idea de que se está recurriendo a una
fórmula que precariza el trabajo técnico y lo devalúa. Más bien, al
contrario, lo que el voluntario aporta es valioso para el patrimonio, su
gestión y su estimación social. La actividad del voluntariado requiere sin
duda formación y de ninguna manera excluye un adecuado seguimiento
e incluso evaluación y un sistema que permita una recompensa
adecuada a sus intereses y motivaciones individuales y de grupo, que la
mayor parte de las veces no es otra que el reconocimiento de su
contribución y la interlocución con las Administraciones en sus demandas
y observaciones.
De todos los bienes del patrimonio cultural, un alto porcentaje,
más del 90% del cómputo general de bienes catalogados en el estado
español, se encuentra localizado en el medio rural, una cuestión nada
baladí si acercamos el zoom a nuestra tierra, Castilla y León, donde
además, el poblamiento rural se encuentra en una delicada y desoladora
situación de abandono paulatino de su vecindad. Esto provoca aún más,
si cabe, la necesidad de buscar nuevas formas de protagonistas activos
en la salvaguarda de nuestro patrimonio. Precisamente, en este medio
rural, ciudadanos anónimos han sido protagonistas en el respeto,
cuidado y protección de patrimonio. Desde la figura del sacristán que
ejercía labores de vigía en el patrimonio religioso, hasta la actual
situación de determinados vecinos que custodian la llave y el cuidado de
su iglesia, de su ermita o de la Casa grande.
Afortunadamente, desde hace unos años surgen iniciativas de pequeños
grupos de voluntarios en torno a la gestión, conservación y protección
de algunos monumentos, monasterios, palacios, arquitectura local, etc.
Estas iniciativas puntuales complementan a otras asociaciones ya
constituidas como las integradas en la Federación por el Patrimonio de
Castilla y León que sin duda son aptas para canalizar la actividad de
salvaguarda del patrimonio en el ámbito local, provincial o regional, sin
mengua para la responsabilidad que incumbe ineludiblemente también a
las administraciones
Estamos ante un momento crucial para que las administraciones de
Castilla y León acepten la interlocución con la sociedad civil, cuenten con
ella y, apostando por la figura del voluntariado, apoyen decididamente a
las entidades, colectivos y particulares que tienen como interés y
objetivo salvaguardar el afortunadamente extenso y variadísimo
patrimonio de nuestra Comunidad. Los colectivos que trabajamos para
que no se pierda una parte importante de nuestra identidad cultural y
natural bien merecemos un hueco de consideración ante las
administraciones que gestionan el patrimonio de todos. Exigirlo es
nuestro derecho. Reconocerlo es su obligación.
En Castilla y León, a 10 de mayo de 2022.